8.12.07

Un nostálgico ADD.


Hay historias tristes. Algunas que jamás deberían contarse. Otras, deben ser relatadas pero con el tiempo pasar al olvido. Esta es una historia de amor, tristeza y recuerdo.

Ella llegó temprano a la casa. No sé exactamente a qué hora, aunque si sé que aún no me levantaba. La luz del sol entraba a raudales y sin permiso por las ventanas, los ojos me dolían. Ahora recuerdo que era temprano. Seguro antes del mediodía. Se acercó a la cama, sentándose a la orilla, y con su particular ternura me acarició el desordenado cabello. Sonreía. Siempre sonreía. El sol ya no me parecía impertinente. Daba las gracias por poder verla con tanta claridad aquella mañana.

-¿Cuándo llegaste? –pregunté adormilado -¿Anoche?

Ella enredó sus dedos en mi pelo juguetona.

-Esta mañana. Eres un flojo, aún en cama.

-Es que...

-Había una película que debías ver –dijo sonriendo.

Esa sonrisa era una manera agradable de despertar.

-¿Cómo te fue?

-Bien.

-Me alegro –acaricié su suave mejilla.

-Te tengo un regalo.

De un bolsito hippie, de lana y colores vivos, extrajo una zampoña. Un instrumento andino compuesto de varios tubos generalmente de bambú. Lo miré con extrañeza. Era un bonito regalo, sí, pero con suerte tocaba el timbre. ¿Cómo iba a tocar la zampoña?

-Gracias.

Ella me dio un beso en la mejilla, se recostó a mi lado para que la abrazara y sin darme cuenta ya estaba nuevamente durmiendo, ahora acompañado por su delicado cuerpo.

¿Qué tiene de triste esta historia? Bueno, pues que la zampoña se infestó de termitas y ahora es un cerrito de polvo.

Un recuerdo menos.

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