10.12.07

ADD Vicio.

16 de febrero de 2003


Lo extraño fue levantarme y encontrar el cenicero limpio, cristalino, un inmaculado prisma para la luz de la mañana. 7:03. Demasiado temprano para tan malos augurios. Sacudí la cabeza, me rasqué la espalda, todo sin dejar de mirar el pulido vidrio del cenicero. Me sentí amenazado, solo, perdido, quién habría hecho eso, para qué vaciarlo. Para qué.

- Alguien estuvo con mi cenicero –dije claramente molesto antes de tomar mi puesto a la mesa.

Doña Elena preparaba el desayuno. Ninguna mirada hacia atrás, estaba concentrada en los huevos. La dejé pasar. Me concentré en los otros sospechosos.

-¿Qué pasó, señor Darco? –dijo don Olibaes a la par que limpiaba los lentes de sus maltrechos anteojos. Entrecerré los ojos para observar con detenimiento el ritual de limpieza que ejecutaban sus manos con un pañito lila.

-Señor Olibaes...

-Diga.

-¿Qué hizo anoche? Y nada de rodeos, por favor.

El señor Olibaes bajó la vista y se afanó con falso aire perfeccionista en la labor de pulido.

-Pero qué pregunta es esa, señor Darco –dijo en un tono que al principio reconocí como una confesión.

-Pregunto porque alguien estuvo anoche con mi cenicero.

Doña Elena retiró los huevos del fuego y se acercó a la mesa con los guantes de cocina puestos. Apoyó las manos en la cadera.

-¿Qué insinúa, señor Darco? – Doña Elena era de temer, pero aquél día nada lograría acobardarme.

Era necesario encontrar la verdad.




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