14.12.07

ADD Psicología.

En los audífonos estalla el ritmo de los Fun Lovin’ Criminals, Little Song. El cuadernito de notas que llevo en la mano va abierto, la hoja en blanco, el Metro se desplaza como una anguila de metal a más de diez metros de altura. Veo las calles de Vicuña Mackenna. Veo su gente. Anoto algo, la ciudad es una maqueta mal hecha, mal planeada, dibujada con apuro: Santiago y la comuna de San Joaquín parece una ciudad bombardeada durante alguna guerra.

Las 10:35. Siempre llego tarde a todas partes, es una costumbre familiar, o más bien heredada de mi padre, quien nos llevaba todas las mañanas al colegio y todas las mañanas entraba yo a la sala cuando mis compañeros ya escuchaban atentos, callados, sometidos, al profesor que me miraba con falso aire de ofendido y me colocaba ante el curso como ejemplo del alumno imperfecto, el que llega tarde, el que no se rige por las reglas. A los ojos del profesorado yo era un anarquista pretencioso que sobresalía en las notas a pesar de mi actitud de vagabundo sin respeto por el establishment.

La Voz anuncia la próxima estación: San Joaquín. Antes de llegar, veo por la ventana el Cristo opaco que extiende sus brazos para proteger la entrada al Campus de la Universidad Católica.

Día tras día, paso por debajo de la mirada de Jesucristo.

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